The Sandman: la serie soñada por Neil Gaiman

15.08.2022

Por Rubén Dittus

El arco argumental inicial es el mismo que en la serie de cómic que lleva su nombre (The Sandman, 1989): Sueño -también conocido en la mitología como Morfeo o el Señor de los Sueños- es encerrado accidentalmente por un aprendiz de hechicero por más de cien años en una jaula de cristal y un círculo embrujado hecho en tiza. Aquél se había obsesionado con atrapar a la Muerte. El error salió caro: durante un siglo una rara epidemia atacaría a millones. Muchos niños quedaban dormidos y no despertaban. La enfermedad del sueño, la llamaron. En el encierro, Sueño perdería sus tres preciados amuletos: el yelmo, la bolsa con arena y el rubí; sin los cuales no podía gobernar su reino. Una vez en libertad, el viaje tenía claros objetivos: debía recuperarlos.

No es primera vez que el mundo de los sueños es parte en la ficción literaria o cinematográfica, pero sí es el inicio de la esperada adaptación audiovisual basada en la serie de historietas escrita por el premiado Neil Gaiman -e ilustrada por una amplia gama de artistas de variados estilos- para DC Comics/Vértigo. La novedad es que los guiones son supervisados por el propio Gaiman, quien además participa como productor ejecutivo. Nada, entonces, podía salir mal. Producida por DC Entertainment y Warner Bros. Television y distribuida por Netflix, en diez capítulos la serie explora de manera conjunta los géneros de la fantasía y el terror en una versión que no solo está hecha para fanáticos del cómic. Y es allí donde radica el real aporte de The Sandman: les habla a nuevas audiencias.

La prueba de fuego de cualquier traducción es la fidelidad. Y es que traducir significa "decir casi lo mismo" pero, con otras palabras. La serie "no es lo mismo" que la novela gráfica. Y no podría serlo si las viñetas deben dar lugar a imágenes y sonidos en movimiento, enmarcados en acciones y diálogos ejecutados por actores/actrices profesionales -apoyados por un buen trabajo de edición, ritmo y efectos especiales- cuya principal tarea es darles credibilidad a los personajes que interpretan. Con los ojos puestos en el reparto, la crítica (y los fans) ha sido más que justa, aunque las opiniones divergentes van por otro lado. Veamos.

¿Cómo es Sueño? En el cómic se nos presenta como la personificación antropomórfica de los sueños mismos. Es misterioso y siniestro, físicamente joven, pálido y delgado, viste de negro y su mirada es inmutable (no se ríe ni enoja). La traducción quedó en manos del inglés Tom Sturridge, quien pone sobre sus hombros la crucial tarea interpretativa. Como gobernante del mundo de los sueños, puede ser tan despiadado como vulnerable. Es correcta su personificación. No defrauda, pero tampoco es imprescindible para el éxito de la producción. Y es que su actuación nos lleva irremediablemente a comparar roles similares y donde se saca punta a unos rasgos andróginos como los de John Depp en El joven manos de tijera (Tim Burton, 1990) o Robert Pattinson en la serie cinematográfica de vampiros Crepúsculo (2008-2012). Y no es que queramos a los jóvenes Depp o Pattinson como protagonistas en The Sandman, pero si así hubiese sido, otro gallo cantaría señores. ¿Y los secundarios? Un amplio abanico de jóvenes promesas o con acotado recorrido actoral cuyo sustento se basa en la calidad de los diálogos (especialmente aquellos que son fieles al cómic) o su función actancial en el viaje de nuestro héroe onírico. Allí comulgan eficazmente dándole apoyo a Sueño o dificultando su quehacer. En todo caso, hay donde deleitarse por separado. Cinco estrellas para Charles Dance -interpreta a Roderick Burgess, el brujo charlatán-, David Thewlis -es John Dee quien roba el rubí a su madre y la modifica para sólo poder usarla-, Gwendoline Christie en su rol de Lucifer, y un insuperable (y no binario) Mason Alexander Park, como Deseo, a quien quisiéramos seguir viendo si nos anuncian futuras temporadas.

El reparto, además, nos entrega una declaración de principios que no es menor. Al igual que detalles de la línea argumental, donde se pone especial cuidado en dar visibilidad a la comunidad gay (algo que no ha sido muy bien recibido por toda la crítica, pues se considera un recurso algo excesivo), el elenco se presenta con un equilibrio de intérpretes blancos y afroamericanos. Pero estos últimos coinciden en personificaciones esperanzadoras -alejados del clásico villano de color- como las de la bibliotecaria Lucienne, Muerte, el difunto Héctor, Rose Walker y su hermano, el pequeño Jed o Unity Kinkaid, esta última el verdadero vórtice del sueño, un ser que puede tener en armonía el reino de ensueño y el mundo de la vigilia. Esto no es accidental. Debemos recordar que la serie adaptó dos de los arcos de la historia creada entre 1988 y 1996 por Gaiman -Preludios y Nocturnos, así como La Casa de las Muñecas- y en ambos los personajes mencionados se presentan con rasgos caucásicos. Los más puristas dirán que esto se aleja de lo publicado en las páginas de un relato original que ya es parte de a cultura pop. Es el riesgo de toda traducción. Al contar lo mismo con otras palabras, se puede desechar lo superfluo mientras se respete el sentido de lo crucial.

¿En qué hay acuerdos? La elección de la trama fue cuidadosa. Se privilegió la estructura y el conflicto entre los personajes. Desde los arcos narrativos, pulcros y la mayoría autoconclusivos (hasta el capítulo 6) y otros concadenados (desde el 7 al 10), hasta un diseño visual de considerable calidad. El final de The Sandman muestra a un Sueño/Morfeo más maduro y seguro de sí mismo, preparado para enfrentar otros desafíos, como los conflictos con Lucifer, el señor del Infierno, o la difícil relación con sus hermanos, otros Eternos al igual que él: Muerte, Deseo, Desesperación, Destino, Destrucción, Delirio.

¿Dónde poner atención? Además del primer capítulo, donde se introduce al personaje, recomiendo especialmente el cinco y seis. Pueden ser vistos en forma desordenada, pues ambos relatos concluyen en el mismo episodio. El cinco se titula "24 horas" y es una joya narrativa y audiovisual. En él John Dee pone en juego el rubí en una cafetería con el que le "abre los ojos" a los clientes que pasan por ahí. El ambivalente personaje deja ver lo que pasaría si todos dejásemos de decir mentiras. Un mundo gobernado por la verdad se apropia de todos los que están en el lugar, desde la camarera hasta el joven de terno y corbata que espera por su ansiada entrevista de trabajo. El título es homónimo al del cómic y sobre él Neil Gaiman lo describiría en 1991 como un ensayo sobre historias y autores, y también como una de las pocas historias de terror de verdad que ha escrito. La sangre a chorros y el instinto de cerrar los ojos por momentos lo corroboran. En tanto, el episodio seis se titula "El sonido de sus alas". Se trata de una suerte de alegoría que deambula entre la vida y la muerte, entre cómo percibimos o nos relacionamos con la muerte y qué hacemos con los días que nos tocan transitar en este plano. Nos hace preguntarnos qué haríamos si fuésemos eternos. ¿Valdría la pena? ¿Se puede amar tanto la vida para no querer dejarla a pesar del dolor? Pero no es solo eso. Es un himno a la soledad. Es reconocer la amistad cuando ésta se oculta.

La serie demostró que la larga historia, que se extiende a través de 75 volúmenes, podía ser adaptada. Es un espectáculo audiovisual de gran factura -aunque algunas resoluciones artísticas y argumentales bordean lo kitsch- que alimenta a los fans, que aguardaron por más de veinte años una versión que estuviera a la altura de una de las obras fundacionales del mundo de la novela gráfica. Y se logra.

Pero volvamos a uno de los cuestionamientos mencionados. ¿Es The Sandman una serie que exacerba la homosexualidad de personajes que no tendrían que serlo? Es un relato sobre los sueños, así que nada de eso importa. Y si a usted le molesta, es su inconsciente (sus sueños ocultos) el que le habla.

* Crítica publicada en: https://www.centroculturalfycif.cl/comics/the-sandman-la-serie-sonada-por-neil-gaiman/